AFmedios | Maika González
Ser madre es maravilloso, fascinante, extraordinario… y difícil. En ocasiones, extremadamente difícil. Y justo por eso una nunca tiene la sensación de estar haciéndolo suficientemente bien. A la mujer que es madre le llegan miles de consejos bienintencionados por doquier, se encuentra con un experto en cada esquina. Pero lo cierto es que nadie sabe con exactitud en qué consiste eso de ser la madre perfecta. En tu equipaje sólo cuentas con tu sentido común, con los conocimientos teóricos que te proporcionaron los veinte libros sobre maternidad que leíste durante el embarazo y, sobre todo, con la experiencia de haber sido hija de tu madre. Y la maternidad es mucho más que letras sobre papel: es, probablemente, el gran desafío, la gran aventura de tu vida.
Somos las madres que aprendimos a ser: los modelos emocionales, de creencias y de conducta crean el sello personal y distintivo de la maternidad”, Lynda Field
Desempeñar un trabajo para el que no tienes experiencia ni referencias claras puede resultar muy frustrante.Estás exhausta, porque cada día es una lucha de fuerzas titánica. La responsabilidad te pesa, e incluso a ratos dudas de si tú sirves realmente para esto. Y te parece que todas las demás madres lo hacen mucho mejor que tú. En realidad, lo que ocurre es que no confías en ti misma y en lo que puedes hacer. La autoestima se resiente, y esa falta de confianza convierte cualquier pequeña decisión en un suplicio: haces una reprimenda, y al segundo siguiente ya te estás arrepintiendo de haberla hecho; o le dejas jugar un rato antes de hacer los deberes, e inmediatamente después te preguntas si no debieras haberte negado. Y cuando ves que no aguanta ni cinco minutos dibujando, te invade la sospecha de que lo estás educando mal, y te acabas atribuyendo la culpa de que sea tan inquieto. En definitiva, no confías en ti, y eso sólo te puede llevar a emprender acciones ineficaces y contradictorias, cosa que retroalimenta la visión negativa que tienes de ti misma y de lo que haces. Y lo que en principio debía ser una gran experiencia a disfrutar, se acaba convirtiendo más bien en un sufrimiento continuo.
La carga de intentar ser una madre perfecta es insoportable”, Lynda Field
¿De dónde viene, pues, esa sensación de no hacer nada bien en lo que se refiere a los hijos? Probablemente, de haber creado unas expectativas demasiado elevadas y de autoexigirse en extremo: aspiras a no cometer ningún error porque tus hijos deben ser “perfectos”. Deben ser los más inteligentes, los más educados, los más dotados para el deporte, los más obedientes, los más cariñosos,… Y, si no cuadran en ese ideal de perfección, es por tu culpa. Como si todo eso fuera únicamente responsabilidad tuya. Además, no podemos perder de vista que estamos juzgando todo un proceso de educación en base solamente a una serie de consecuencias muy precisas, con lo cual el resultado final acaba por canibalizar todo el proceso en sí, todo el esfuerzo realizado, toda la energía invertida y todo el amor ofrecido.
¿Quién puede decir con seguridad lo que es un hijo perfecto? Como ocurre con el ideal de perfección en general, y con todo en realidad, cada una tendrá una opinión diferente, y seguramente no nos pondríamos de acuerdo. Y, aunque lo lográramos, ¿qué prefieres que sea tu hijo, perfecto o feliz? Porque no nos vamos a engañar: tú sufres porque no has logrado que él sea la perfección a la que aspirabas, y él sufre porque cree que, para que le quieras, tiene que comportarse como alguien que realmente no es. Así no es de extrañar que muchos hogares se conviertan en verdaderos campos de batalla en los que resulta imposible tener un minuto de paz, y en fuentes habituales de estrés, frustración y decepción.
Sé auténtica con tus hijos y ellos podrán ser auténticos contigo”, Lynda Field
¿Y si ser madre fuera otra cosa, otra cosa mucho más agradable? Podría ser, por ejemplo, una experiencia durante la cual tú cuidas de ti misma y te enriqueces para poder enriquecer después a tu hijo. También podría suponer aceptar y querer a tu hijo tal como es y tal como viene, proporcionándole un lugar seguro en el que crecer y aprender todo aquello que le va a hacer falta para ir por la vida, regalándole todo el amor necesario para que se desarrolle como una persona completa y feliz, y disfrutando de los momentos agradables que compartís. Ser madre podría implicar, en suma, ser tú el ejemplo que quieres que siga, no como modelo perfecto, sino como persona humana que eres, con tus propias emociones y tus propias necesidades. Ser una mujer digna de admiración porque haces lo mejor que puedes con lo que tienes en cada momento. Una mujer que quizás no es perfecta, pero es que, ¿quién te ha pedido que lo seas?
Y tú, ¿consideras que, como madre, podrías hacerlo mucho mejor? ¿Te sientes ansiosa o culpable por ese motivo? ¿Eres consciente de que transmites tu modelo de autoestima a tus hijos?
Un abrazo bien fuerte,
Maika
P.D.: Si quieres saber más sobre cómo dejar de intentar ser una madre perfecta y empezar a ser una buena madre, aquí vas a encontrar lo que necesitas.