¿Sientes que durante la semana en tu cuerpo en vez de sangre corre veneno? ¿Crees que el viernes es el día de la libertad y los domingos te deprimen porque se acerca la esclavitud? ¿Tu jefe te irrita, y durante el día no dejas de mirar el reloj hasta la hora de salida?. Si en todos los casos respondiste de manera afirmativa, entonces significa que llegaste a odiar tu trabajo y no sabes qué hacer.
Es común encontrar personas que no se sientan cómodas en sus empleos, pero llegar a odiarlo son palabras mayores. Un estudio realizado por Trabajando.com a más de 2,000 argentinos en el año 2014, reveló que sólo un 24 % se considera feliz en su puesto.
Claro está que cada persona define la felicidad a su manera. Para algunos, en lo laboral, está directamente relacionada con la remuneración; para otros se logra cuando las personas se divierten y disfrutan de su trabajo, y algunos afirman que se consigue a través del reconocimiento y flexibilidad horaria. Sin embargo, estas son apenas algunas de las variables que permiten que una persona se sienta plenamente satisfecha con su trabajo.
Tener un trabajo que detestes puede ser tan malo para tu salud mental como estar desempleado, según un estudio realizado por la Universidad Nacional de Australia. Ese informe también confirmó que desarrollarse en un entorno laboral con demasiada exigencia, un jefe desagradable o con baja seguridad supone un factor de riesgo para la enfermedad mental comparable con estar desempleado.
Existen empleos de alta exigencia física y mental que implican un gran desgaste y agotamiento. Pero pese a esto, existe una serie de pautas que pueden ayudarte a soportarlo y mantener una actitud mucho más positiva.
La clave, según expertos, pasa por cambiar el chip. Existen dos opciones para lidiar con el problema: cambiar de trabajo o aprender a disfrutar de tu empleo, ya que el estar en una labor que no te agrada no significa que no puedas sacar provecho de la situación.
A continuación te entregamos algunos consejos que te podrán ayudar a hacer más llevadero el día a día laboral:
1. Habla con tu jefe. Siempre empieza por lo más sano, que es conversar con tu jefe sobre la causa de tu desmotivación y baja productividad. Si el problema es que tus tareas se han vuelto muy monótonas, quizás él puede ayudarte y darte más responsabilidades o nuevos desafíos. Si no estás feliz con tu horario, tu sueldo o los proyectos que te son asignados, debés decirle a tu jefe. Puede haber maneras de mejorar la situación, y probablemente puede ser mucho más fácil de lo que pensás.
2. Enfócate en las cosas positivas. Todos los trabajos tienen aspectos que nos angustian o estresan. Escribí en una hoja todos los beneficios y cosas positivas que tiene tu empleo y empresa, como si tuvieras que vendérselo a alguien. Todos los trabajos tienen su lado bueno y malo. Hacé este ejercicio y poné de tu parte si no querés finalmente terminar enfermándote.
3. Comienza aprendiendo sobre el trabajo que realmente te gusta. A veces nos encontramos en un puesto con responsabilidades que no nos motivan o donde las tareas se han puesto monótonas. Empieza a aprender y postularte, dentro de la misma empresa, a concursos internos. Demostrá interés por trabajar en aquello que deseás. Si existe una posibilidad, conversalo con tu jefe y RR.HH.
4. Construye relaciones personales. Tener alguien con quien conversar y distraerse es esencial. Trabaja tus relaciones laborales y conversa sobre temas que no estén relacionados con lo laboral. Involúcrate en proyectos en los que te interese aprender y ganar experiencia. Trabajar en un nuevo proyecto puede ayudarte a combatir el aburrimiento y darte nuevas ideas.
“Los jefes tienen gran responsabilidad en cuanto a la salud mental y productividad de las personas. Un equipo de trabajo con un buen clima laboral, baja rotación y que cumplen los objetivos, habla de una buena gestión de liderazgo; pero si sucede lo contrario, está dando señales que el líder algo está haciendo mal”, señalan expertos de Trabajando.com.