Los más creyentes y devotos del amor tradicional tienen una competencia feroz que pone en jaque sus convicciones: la cibernética -apps de citas-, las ofertas permanentes que motivan a transgredir la norma y a entregarse a encuentros sexuales furtivos, la venta constante de erotismo puro y sin filtro. ¿Cómo sobrevive la monogamia? Es la pregunta que nos hacemos todos.
Hoy la infidelidad de las parejas, se podría decir, pasa por fallar a los contratos en los cuales se acuerda: «no vamos a tener sexo con nadie más». Si no hubiera tal contrato, no existiría infidelidad alguna. Pero en esta sentencia queda implícito (aunque no se reconozca abiertamente) que habrá un tercero en las interacciones personales. En algún momento aparecerá en forma de histeriqueo, fantasía o sexo real. Solo que no diremos nada. La infidelidad queda registrada cuando no se cumple la regla: “Si te encontrás con él (o ella) y no estoy presente, y me entero, se termina la relación”, dice el compañero que se siente excluido. A su vez, este compañero tampoco puede dar fe de que a él no le pasó lo mismo alguna vez.
✓ Cambios en la sexualidad. Tal vez, desde siempre, es la alarma primordial. ¿El estrés no le permite tener una erección? ¿Siempre se pasa la relación sexual para el día siguiente? También puede pasar lo contrario, de repente, el deseo se renueva y se vuelve más original y aventurero que antes. Esto nos pasa en general a nosotras, como respuesta hormonal, con un metabolismo diferente, podríamos aceptar un contacto íntimo luego de tener sexo con nuestro amante sin quedar tan expuestas.
✓ Hábitos. Se baña fuera de la casa, está siempre perfumado –cuando antes no-, tiene especial cuidado con su ropa, se acuesta sin cenar. Vive con un exceso de perfume -para “tapar” fragancias ajenas-. Hay que tomarlo con pinzas, también puede ser que le hayan dado ganas de renovar su imagen, y ¡está perfecto! Relax con este ítem.
✓ Horarios extraños. De repente se arman salidas a cualquier hora. Encuentros de emergencia porque algún amigo tuvo “un problema” o un compañero de trabajo o jefe necesita “una mano con un pendiente”.
✓ Mucho control con el celular. El WhatsApp, las redes sociales y el email son inaccesibles. Los infieles están súper atentos a cerrar siempre la sesión. No hay posibilidad de que deje la computadora prendida con las ventanas de conversación abiertas. Se lleva el celular al baño. Recordemos que las conversaciones se pueden borrar, pero es difícil estar en alerta todo el tiempo. Siempre puede aparecer un mensaje comprometedor de un amante. Sí, a cualquier hora.
✓ Viajes “relámpago” que antes no existían. ¿Con amigos? ¿Por trabajo? Y de esos viajes, ni rastros. No hay demasiadas fotos, ni evidencia de pasajes y reservas de hotel. Con un velo de misterio y celular apagado. Siguiente punto:
✓ Celular off. “Sin batería”, “sin señal”, “roto de repente”, especialmente de noche y hasta el otro día. Esto sucede con «demasiada» frecuencia. ¡Un técnico por favor!
Todo esto habilita sospechas. Pero no son una prueba. Obtener la evidencia es lo más trabajoso, lo que genera más estrés, porque se nos tilda de “celosas” y “paranóicas” sin sentido. Y, ¿dudamos de nosotras mismas? Por eso, luego de que el detalle habla -con más o menos certeza-, dependemos hasta último momento de la honestidad del otro.