Virginia Porcella, autora del libro «Economía SOS. Claves para manejar mejor tu dinero (y el de él también)» (Ediciones B), comparte pautas sencillas para evitar que se desvaloricen nuestros ahorros. En clave femenina, explica los “pros” y “contras” del uso excesivo de las tarjetas de crédito y de los cupones de descuento en momentos de incertidumbre. Estrategias a la medida de la coyuntura.
¿Podemos resguardarnos de la crisis? ¿Hay alguna estrategia para que golpee menos nuestros bolsillos?
La mejor forma de resguardarnos de la crisis es, antes que todo, tomar conciencia de la situación e identificar dónde nos está afectando más. Y para hacer eso, no hay más remedio que ponerse revisar las cuentas de forma integral; por un lado, evaluar todos los gastos más grandes e imprescindibles hasta los gastos más pequeños e imperceptibles. Por el otro, analizar los ingresos. Es más que probable que ambos no estén creciendo a la par, por lo cual, para protegernos mejor es una sabia decisión elegir qué gasto estamos dispuestas a resignar o cómo vamos a hacer para incrementar nuestros ingresos. La tercera opción es resignar ahorro, lo cual es lo menos recomendable de todo, ya que tener un fondo de contingencia de tres a seis meses de gastos fijos nos puede aportar tranquilidad en un contexto de alta incertidumbre. Creer que la crisis no va a afectar nuestros bolsillos, aun cuando la situación de cada una pueda ser relativamente cómoda, es una fantasía. Y la mejor estrategia para amortiguar ese impacto es anticiparnos, prever los aumentos que van a llegar en nuestras facturas, pagar por adelantado aquello que permita congelar el precio, buscar descuentos si se va a pagar en efectivo o no aceptar recargos por usar la tarjeta. Planificar el consumo y apuntar a un consumo inteligente es la mejor estrategia de defensa para nuestros bolsillos.
¿Cuáles son los mayores “riesgos” o errores económicos en los que podemos caer durante una crisis? Es decir, ¿con qué debemos tener especial cuidado?
Por lejos, el mayor riesgo para las cuentas personales de una crisis es la deuda. Tomar deuda nueva (sacar un crédito personal, por ejemplo), incumplir con pagos de préstamos tomados o caer en el pago mínimo de la tarjeta es uno de los principales peligros que puede dejarnos secuelas de largo plazo. En este sentido, la tarjeta de crédito es un instrumento de lo más habitual con el que debemos tener especial cuidado. Puede ser muy útil a veces para obtener descuentos o pagar en cuotas pero también puede llevarnos a acumular un saldo mayor al que teníamos previsto y, al estar más ajustadas porque la plata ya no nos alcanza como antes, lo primero que hacemos es caer en el pago mínimo. Esto es equivalente a tomar un crédito, que es absolutamente inmediato y sin ningún requisito pero que es de los más caros del mercado (la tasa que cobran actualmente las tarjetas está por encima de 60% anual). Respecto de los préstamos, si existen deudas a tasa variable, lo mejor es hacer el esfuerzo de achicar esa deuda lo máximo posible para que los mayores intereses apliquen sobre el menor capital posible. Si la tasa es fija, en cambio, y está por debajo de 30% anual, no hay necesidad de apresurarse, ya que la inflación va licuando esa deuda. Eso sí, deberíamos estar seguras de que vamos a poder seguir cancelando esa deuda.
Todos los escenarios y contextos macroeconómicos implican siempre determinadas oportunidades. La mejor manera de identificarlas es investigar, informarse y asesorarse con gente experta de confianza, todas actitudes para las que las mujeres tenemos mucha mejor predisposición. Por ejemplo, desde hace varios meses el mercado inmobiliario viene ajustando precios a la baja, con lo cual podría pensarse que es un buen momento de invertir en inmuebles. Sin embargo, si se profundiza el análisis, muchos especialistas estiman que existe todavía margen para que las propiedades sigan bajando, con lo cual no sería el actual el momento ideal todavía.
Lo mismo, y aun con mucho mayor énfasis, es válido para cualquier inversión financiera, como bonos y acciones: es imprescindible asesorarse bien. Como en todo, la clave es comprar barato para vender caro u obtener una buena renta, con lo cual, primero debemos estar seguras de que lo que estamos comprando efectivamente esté barato y, en segundo lugar, que las chances de suba de ese precio o ganancia que podemos obtener esté prácticamente garantizada. Suena fácil, lograrlo no lo es tanto pero es cierto que escenarios tan complejos como el actual pueden ofrecer algunas “perlas”.
Invertir siempre conlleva un riesgo… ¿Qué recomendás hacer en momentos de incertidumbre? ¿Qué hacemos con nuestros ahorros?
Lo más importante hoy es cubrirse de una posible devaluación, con lo cual, el plan ideal es mantener nuestros ahorros en moneda dura (dólar, euro). Instrumentos tradicionales como el plazo fijo o los fondos comunes de inversión de bajo riesgo dejan de ser una alternativa ante la creciente inflación porque ofrecen tasas bajas. En cambio, el denominado “dólar ahorro” es una posibilidad que se debe aprovechar y, en caso de que no existiera esta opción, se pueden convertir los pesos a moneda extranjera a través de operaciones bursátiles que parecen complejas pero que se pueden resolver en el propio banco sin mayores complicaciones (el famoso dólar bolsa, que consiste en la compra-venta de títulos públicos y que implica un tipo de cambio más caro que el oficial pero más barato que el blue).
La noción más importante es, precisamente, tratar de minimizar los riesgos que de por sí ya implica una inversión, dado que las condiciones generales ya son bastante difíciles. Hoy la consigna es ser conservadoras –algo natural en las mujeres- aunque el nivel de riesgo que cada una quiera tomar también depende de la situación económica personal. Si los ahorros son mayores, entonces existe margen para ensayar alguna estrategia algo más sofisticada con sólo una parte menor de esos ahorros. Invertir en pesos en un bien que cotiza en dólares (sumar metros cuadrados a nuestra propia casa, por ejemplo) es un buen plan.
¿Pagar con tarjeta en cuotas sin interés evitando el efectivo es la mejor manera de “ganarle a la inflación”? ¿Qué otras estrategias recomendarías?
Usar la tarjeta de crédito para cubrirse del aumento de precios es una estrategia razonable pero conlleva riesgos. Por un lado, los plásticos nos hacen perder contacto físico con el dinero y, con ello, perdemos también el registro estricto de nuestros gastos y acumulamos cuotas que, aunque sean sin interés, engrosan nuestro saldo mensual que después tenemos dificultades en cancelar, caemos en el pago mínimo o parcial y ahí sí los intereses nos hacen perder cualquier beneficio y más contra la inflación.
Es mucho más probable que nos olvidemos que ya habíamos comprado tal o cual cosa con la tarjeta y sumemos otro gasto más que, si pagamos en efectivo, caso en el que nos acordemos o no de lo que habíamos comprado, la plata para ese nuevo gasto ya no está. La tarjeta es un buen instrumento si se usa con planificación y controladamente. De otra manera, puede llevarnos a la bancarrota. De hecho, cuando es necesario encarar un plan de ajuste en la economía personal, la primera recomendación es cancelar todas las tarjetas y dejarlas en un cajón hasta nuevo aviso.
En cuanto a otras estrategias para ganarle a la inflación, anticipar el pago de consumos fijos o comprar anticipadamente productos que sabemos vamos a consumir son decisiones válidas aunque la única manera posible de lograr que sea efectivo es con altas dosis de planificación.
Con la enorme cantidad de rebajas y cupones de descuento que ofrecen hoy los comercios, podemos sentirnos “estafadas” cuando no los aprovechamos. ¿Qué opinás? ¿Qué sugerencia harías sobre este tema?
Pagar el precio pleno por algún producto o servicio hoy nos hace sentir tontas, pero lo cierto es que está estudiado que ese descuento que nos ofrecen sólo hará que terminemos gastando más, ya que es muy habitual que destinemos el ahorro logrado con el descuento a pagar algo más, para lo que tendremos que “poner unos pesos encima”.
Aprovechar las oportunidades que se presentan cuando estaba en nuestros planes adquirir ese bien o servicio es inteligente. Pero adquirir ese bien o servicio porque la promo-descuento-rebaja nos hace sentir que es una gran oportunidad, ya es una conducta impulsiva que nos hace gastar de más. Siempre lo más eficiente es manejarse con un presupuesto propio y, en función de eso, utilizar los descuentos y promociones y no que éstos terminen definiendo cómo y en qué gastamos. Particularmente para las que necesitan ajustarse, el consejo es eliminar mails, mensajes, suscripciones y cualquier vía por la que lleguen las “grandes ofertas” que a veces pueden derivar en conductas compulsivas.
Pensando en las vacaciones que se vienen… ¿Qué recomendación le darías a aquellos que están pensando en irse?
Que se decidan lo antes posible para poder negociar condiciones y congelar el precio. Tanto si el plan es quedarse en el país o viajar al exterior, empezar a pagar en cuotas –sin interés- lo antes posible es la mejor manera de cubrirse de los aumentos que pueden producirse por la inflación y/o eventual devaluación. También es importante informarse bien y comprar ya que este verano será una temporada particularmente difícil y seguramente se notará mucha dispersión de precios en los inicios. En cualquier caso, no hay grandes motivos para convalidar grandes aumentos respecto del año pasado ya que, aunque hayan aumentado los costos, se prevé que esta temporada la demanda será algo menor.