Un estudio sobre más de 80.000 mujeres postmenopáusicas demuestra que el riesgo de desarrollar
fibrilación auricular (FA) disminuye hasta un 44 por ciento con la actividad física regular.
«Este es uno de los motivos por el que hicimos el estudio. Queríamos resolver algunas dudas», dijo el autor principal,
doctor Marco V. Perez, del Centro de Enfermedades Cardiovasculares Heredadas de Stanford, California.
«Son mujeres que no realizan ejercicio extremo y detectamos que las que hacían más ejercicio tenían menos riesgo de padecer
FA (…) Y a más sobrepeso, más beneficios», agregó. Más de un millón de mujeres de Estados Unidos padece FA, que eleva el riesgo de tener un accidente cerebrovascular (ACV) o morir más que en los hombres con la misma arritmia.
El equipo de Perez utilizó los datos del estudio conocido como Women’s Health Initiative. Se concentró en 81.317
participantes postmenopáusicas seguidas durante 11 años.
Tras revisar sus historias clínicas y las prestaciones de Medicare, el equipo detectó que 9.792 mujeres habían desarrollado FA a una edad promedio de 63 años.
Tener un Índice de Masa Corporal (IMC) elevado, una medida del peso relativo a la altura, aumentó el riesgo de padecer FA, al igual que el hacer poca actividad física.
Las mujeres que hacían entre cinco y seis caminatas semanales de 30 minutos cada una o ejercicio más intenso, como andar en bicicleta dos veces por semana, eran un 10 por ciento menos propensas de desarrollar FA que las participantes más sedentarias, según publican los autores en Journal of the
American Heart Association.
«A los 80, el riesgo de padecer FA es del 10 por ciento, así que si se puede reducir el riesgo individual un 10 por ciento el efecto es significativo», indicó Perez.
Las mujeres obesas fueron las más propensas a desarrollar la arritmia, pero hacer más actividad física redujo ese riesgo.
En las mujeres obesas y sedentarias, el riesgo de tener FA era un 30 por ciento más alto que en el grupo sedentario con un IMC normal y un 44 por ciento más alto que en las mujeres con peso normal que hacían ejercicio.
Las mujeres obesas que ejercitaban tenían un 17 por ciento más riesgo de desarrollar FA que las mujeres con peso normal que hacían ejercicio.
Además, según dijo Perez, se redujo el riesgo de internación y gastos en salud que provoca la FA.
«La actividad física ayuda a reducir los factores de riesgo cardiovascular; el más importante es la hipertensión, un mediador de riesgo de FA conocido», dijo la doctora Usha B.
Tedrow, directora del Programa Clínico de Electrofisiología Cardíaca del Hospital Brigham and Women’s, Boston, y que no
participó del estudio.
El ejercicio también reduce la inflamación, que tiene un papel relevante, según dijo Tedrow por e-mail.
«La FA es una enfermedad en la que muchos elementos están fuera del control del paciente. Este estudio señala una pieza más del rompecabezas que le daría a los pacientes más control sobre esta enfermedad», sostuvo.
Pérez les recomendaría a las mujeres postmenopáusicas que dispongan de tiempo para hacer ejercicio, con autorización y bajo la supervisión médica si van a comenzar un programa exigente.
La hipertensión y la diabetes también están asociadas con la FA, así que su tratamiento es extremadamente importante.
FUENTE: Journal of the American Heart Association, 20 de
agosto del 2014.