O prefieres un kilo de naranjas…
Pilar Serrano | AFmedios
Mientras se construyen niditos de amor y se vacían las plazas, nosotros buscamos a nuestra media naranja y nos entretenemos consumiendo finales felices en las pantallas, El romanticismo del “sálvese quien pueda” sirve para que adoptemos un estilo de vida basado en la pareja, sobre todo las mujeres, empleemos cantidades ingentes de recursos económicos, de tiempo y de energía, en encontrar a nuestra media naranja. Así no nos dedicamos a otras cosas más creativas o más útiles.
Cada oveja (rumiando su pena) con su pareja. Las industrias culturales y las inmobiliarias nos venden paraísos románticos para que nos encerremos en hogares felices. Creo que en gran parte por eso las mayorías permanecen adormiladas, protestando en sus casas frente al televisor, esperando a que pase el chaparrón, aguantando la pérdida de derechos y libertades, o asumiéndolas como cosa de la mala suerte.
Los medios de comunicación tradicionales jamás promueven el amor colectivo si no es para vendernos unas olimpiadas o un seguro de vida. Si todos nos quisiésemos mucho el sistema se tambalearía, porque podríamos llegar a organizarnos para defender nuestros derechos y auto gestionar nuestros recursos, y eso es peligroso. Por ello es que se prefiere que nos juntemos de dos en dos, no de veinte en veinte: es más fácil generar frustración y resignación en una sola pareja que en grupos de gente.
El problema del amor romántico es que lo tratamos como si fuera un tema personal, aunque haga infelices a millones de personas en el mundo. Si estás harta de estar sola, si tu pareja te pide el divorcio, si te enamoras locamente y no eres correspondido, si aguantas desprecios y humillaciones, si tu pareja tiene más parejas, es tu problema.
Y sin embargo, les pasa a muchas millones de personas: el sufrimiento por amor es universal, por lo tanto no es un problema individual, sino colectivo. Unos porque no lo tienen y otros porque se han creído el romanticismo patriarcal y han construido infiernos conyugales en base a la lógica del amo/esclavo que nos hace a unos vencedores y a otros vencidos. Esta lógica de dominación y sumisión genera terribles luchas de poder en el seno de los hogares, y nos divide a hombres y mujeres en dos bandos opuestos enfrentados hasta la eternidad. Son guerras de género cotidianas que nos desgastan, y deterioran nuestra calidad de vida: la nuestra y la de mucha gente alrededor.
Hay que deconstruir y repensar el amor para mejorar nuestras relaciones laborales, vecinales, sentimentales, para poder crear relaciones más igualitarias y diversas, para mejorar la convivencia entre los pueblos. Solo a través del amor colectivo es como podremos articular políticamente el cambio. Confiando en la gente, interaccionando en las calles, tejiendo redes de solidaridad y cooperación. Trabajando unidos para construir una sociedad equitativa, horizontal, y más amorosa.
Se trata, entonces, de dar más espacio al amor en nuestras vidas, y de aprender a querernos bien, y querernos mucho. Que falta nos hace.
Lectura recomendada: Cada oveja con su pareja